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miércoles, septiembre 26, 2007

No entendia lo que estaba pasando.

No entendía lo que estaba pasando. Aun no llegaba a la puerta de mi apartamento y ya me llegaba el olor a comida podrida, cigarrillos y cerveza de días. Sabía que pedirle a mi novio Franz que cuidara del departamento no era buena idea, pero no tenía otra opción. Cuando por fin me acerque a la puerta estaba abierta completamente. Entré y el pandemonio… un mundo de latas de cerveza vacías por todo el piso, de todas las marcas posibles, envases de vidrio; algunos rotos, otros enteros. Colillas de cigarro apagadas directamente en la alfombra, que días antes era blanca y afelpada. Algunas colillas tenían labial rojo, rosa o alguna marca de brillo labial alrededor. No salía de mi asombro cuando lo vi, Franz tirado en la sala, desnudo y ebrio. Deje mi maleta y mi abrigo en el cuarto, me subí las mangas de mi blusa y comencé a limpiar. Después de un rato de levantar latas Franz despertó y me recibió con una mirada enojada y un “ay no”. Yo no dije nada. Entró al baño y orinó, cuando salió solo vestía un pantalón de mezclilla viejo, el mismo que vestía el día que salí para visitar a mi madre.

-Iba a limpiar, lo juro, pero llegaste más temprano de lo que esperaba- dijo un poco molesto, sabía que estaba en problemas. Yo no dije nada, seguí metiendo las malditas latas de cerveza en bolsas de basura. Salió de la cocina con otra lata de cerveza, la última.

-Vamos, deja eso, luego limpiamos- dijo mientras intentaba abrazarme-cuéntame como está tu madre- Desde luego, yo sabía que no le interesaba en lo más mínimo mi madre. Me zafé de entre sus brazos con un brusco movimiento y seguí levantando las condenadas latas de cerveza. No dije nada. Él se quedo callado, tomando su cerveza y encendió un cigarrillo.

Por fin terminé con las latas y comencé a levantar los cojines de mi pobre sala. Encontré más cerveza, vidrios, platos, vasos y ropa interior que no era mía. Ninguno de los dos dijo nada. Todo se fue a la basura. Saqué la aspiradora, para intentar rescatar lo que quedaba de mi alfombra. La conecté y la encendí. Franz corrió a apagarla.

-Maldita sea, mujer, tengo una resaca horrible, deja esa pendejada ya. Mejor vamos a dormir un poco- dijo con ese tono de voz irresistible, pero estaba muy molesta como para notarlo. Pero no dije nada, dejé la aspiradora y me fui a la cocina a lavar los trastes. Parecía que estaba en la cocina de una cárcel, todas las cacerolas sucias, con restos de comida pegados, no había un solo plato, vaso, cuchillo, tenedor o cuchara que no estuviera asquerosamente sucio. Franz se recargó en la barra, esperando que de milagro quedara algo de alcohol.

-Sabes, te odio cuando te quedas callada. Si estas molesta, dímelo, pero no te quedes callada, me hartas. Te comportas como una niñita caprichuda, haciendo caras y berrinches, te ves fea mi amor- Aun así no le dije nada. No tenia caso discutir con él, sabía que, por más que gritara o llorara el seguiría siendo el mismo. Nos habíamos separado anteriormente, pero siempre volvíamos, siempre me prometía que cambiaria. Ya estaba más que resignada. Escuché como un vaso se quebraba, pero no le tomé importancia. Ya sabía lo que pasaba en este acto. El drama.

-¡chingada madre contigo, que hables te digo!- me grito desde la barra. Pero no dije nada. Ojala lo hubiera hecho. Como un rayo cruzo la sala y entro en la cocina, me tomó por los cabellos y a tirones me arrastro hasta la sala de nuevo y me tiro al piso. -¡Te estoy diciendo que hables, grítame, pégame, reclámame; pero haz algo, no te quedes como una maldita muerta haciendo todas esas estupideces!- estaba como una fiera, lo había visto enojado, enardecido, pero ahora era diferente, estaba loco, hasta su cara era diferente, me asustaba; tanto que comencé a llorar

-¡porque metiste a otras mujeres a mi casa, MI CASA! ¿Porque me haces esto?

-¿quieres saber porque, amorcito? Porque estoy enfermo de ti, preciosa, me tienes harto. Siempre tan perfecta, siempre trabajando, siendo ideal. Me tienes asqueado con tu imagen pulcra, eres una maldita snob, escribiendo tus libros-basura para gente sin cerebro. Déjame decirte que el hecho de que hayas ido a la escuela no te da derecho a restregárselo en la cara a las personas- dijo mientras se sentaba arriba de mi estomago, fumando y dejando caer sus cenizas sobre mi cara.

-Si te parezco con aborrecible, lárgate; no te obligo a estar conmigo. – Le dije con la voz entre cortada por el llanto y porque su peso sobre mí no me dejaba respirar.

-Y si yo me voy, ¿en qué fiestas vas a promocionar tus patéticos libros? En todas las galerías, en todas mis exposiciones no se habla otra cosa que no sean tus libros; me enfermas, tu y todos esos estúpidos que te siguen, todos los que dicen “que hermosa pareja, un pintor y una escritora” me enferman hasta el vómito. Yo si he visto la muerte a los ojos, he andado por las calles, tengo las cicatrices que la vida me ha dejado, no como tú, maldita perra aprovechada, que solo sabes hacer copias del mundo real- guardó silencio un momento y apago su cigarrillo en mi hombro. Solté un mudo sollozo.

-Yo no te necesito, Franz. Lárgate.- le grite como pude. Franz comenzó a reírse de una manera espantosa.

-La que se va eres tú- dijo con una tranquilidad perturbadora. Aun no terminaba de entender, cuando puso sus manos en mi cuello y comenzó a asfixiarme, pensé que me soltaría en cualquier momento, pero no lo hizo y comencé a desespérame. Patalee, me retorcí, pero era mucho más fuerte que yo, ya no podía soportarlo más. Todo quedo negro. Me desmayé.

Recupere la conciencia después de no sé qué tantas horas. Seguía tirada en la misma posición. Todo estaba igual, las bolsas de basura, el vaso roto y la puerta a medio abrir. El sol se estaba metiendo y sus luces mortecinas apenas si entraban por mi ventana. Me levante y fui a mi habitación, solo para descubrir las marcas de sus dedos en mi cuello. Revise toda la casa para asegurarme que estaba sola. Y estaba sola. Por fin se había ido. Eche la llave a la puerta y me di un baño, me puse la pijama y me acosté en mi cama, encima de la ropa sucia y las bolsas de papas vacías. Y no dije nada.

sábado, septiembre 08, 2007

"Te quiero"

La frase “te quiero” está muy devaluada en estos días… hoy cualquier hijo de vecino te puede decir “te quiero” sin que eso signifique lo que debería en realidad.

Aunque suene como un veterano de Vietnam, que no hace más que contar las mismas historias una y otra vez, cada vez más deformadas e irreales por su mente senil; diré que en mis tiempos… en mis tiempos… las cosas eran diferentes. Al menos para mí lo era. Cuando era apenas una jovencita de 15 años, o menos, me era imposible decirle a alguien que lo quería. Y más aun, tener demostraciones de afecto. Mi manera de querer a las personas era con frases de apoyo… y siempre estando ahí. Ser eterna, como diría un compañero. A mi jamás me vieron abrazando a mis amigas, mucho menos tomada de la mano con ellas como se usaba mucho en ese tiempo… no sé si lo hagan todavía. Jamás saludé de beso a nadie, a nadie.

Entré a Cetis #18 y conocí a toda esa gente que ahora es “la familia”, pero me enfocaré en uno: Roberto. Apenas nos conocíamos, pero ya se la pasaba abrazado a mí y yo de él. Tenía novia, que también es amiga mía, y cuando no estaba con ella, estaba conmigo. Nunca tuvo pretensiones románticas a pesar de lo que la gente pensaba, y que bueno, no hubiera resultado bien. El punto es que el (principalmente) y el resto de mi “familia” me fueron preparando para el tsunami de ternura que se acercaba. Solo como dato… ellos nunca me dijeron que me querían, pero ¡diablos! Si que se sentía. Y se siente.

Pasó la tragedia del cambio de escuela. Yo extrañaba a mis amigos y me sentía desubicada… más bien incapaz de adaptarme a esta nueva escuela, reglas y sobre todo… estudiantes, estudiantes ricos, presumidos y mimados monetariamente, pero tan faltos de cariño y atención que se volvían pesados al trato y arrogantes en su manera de vivir. Pero de entre los escombros del fracaso paternal de muchos encontré a estas señoritas… que en un principio fueron varias, pero el paso de los años quedaron tres solamente: Fernanda, Claudia y Diana. Cambiaron mi frio “buenos días” que daba en las mañanas. Ellas no solo me exigieron, sino que me acostumbraron a saludar de beso, todos los días. Y aquí es donde todo cambia. Porque después de un año de conocernos, o quizás menos, comenzaron a decir que me querían sin ningún motivo en particular. La primera vez que me lo dijeron, si me quede un poco pasmada, sin saber que decir… nadie me lo había dicho antes, si acaso mi madre y en contadas ocasiones (auch, que triste) no supe que responder, no creo haberlo hecho en realidad. Desde ese día no falto día en que no me dijera cualquiera de ellas “Aaay weeeeeeeeey, te quiero”. Y no es que dude, solo me sorprende la facilidad con que sale de sus bocas, sin censura, sin tropiezo… perfectamente natural.

Y es ahora que me pregunto ¿es que acaso soy muy dura? ¿Es que no me permito querer a las personas? Lo dudo. Dentro de mí existe ternura para regalar. Y lo que antes era una “mascara” de agresividad es ahora una manera muy particular de querer.

Fui de menos a más… y según yo debería ser al revés, a los niños les debería ser más fácil querer a sus amiguitos y conforme fueran creciendo tendrían más criterio y sabrían que decirle a alguien “te quiero” implica muchísimas cosas. Pero siempre voy contracorriente, de pequeña era más critica con mis amigos y las cosas que decía, pero conforme crecí me auto convencí de que no debería ser tan estricta y darle oportunidad a la gente de acercarse… que me ha traído problemas, si… bastantes.

¿Qué cosas, no?

Post Scriptum: Esta idea la había tenido hace mucho con mi amigo Iván, pero hasta ahora que lo expreso. Gracias Iván… Te quiero.

domingo, septiembre 02, 2007

Félix cumple-años

Fue la semana más horrible de mi vida… hasta ahora. Fue dura, extenuante, pesada, aburrida... y aparte neurótica, deprimente y confusa. Al final del túnel se miraba una luz, una esperanza; esa fiesta que tanto tiempo esperábamos y planeamos con lujo de detalles. Por eso mismo, cada minuto pesaba más, no podía esperar.

Era el cumpleaños de Félix, nuestro contemporáneo, amigo y confidente. Siempre con la voz de la experiencia… y del alcohol. Gracias a Donovan tenemos un lema “¡Saca las cahuas, verga!” Y ese viernes por la noche… se sacarían.

Mientras que en mi clase de teorías de aprendizaje se hablaba de las aportaciones de varios grandes entre los grandes como Platón, Aristóteles, Descartes, etc… mi mente estaba pensando en la deliciosa y refrescante esencia divina, mi mandrágora.

Salí de mi clase y en joda (o sea, muy, muy rápido) bajé las escaleras y me reuní con el resto del “pisting team” (en un inglés muy degradado y tendencioso). Se hicieron las invitaciones y croquis de último minuto. Llamadas y acuerdos cerrados, todo debería ser lo más perfecto que se pudiera.

Nos largamos de la escuela, el ambiente de la noche es el mejor de todos, pero había cosas que hacer. Yo siempre fiel a mi conductor designado; y no resignado como dicen muchos, Arturo… el cumpleañero y el cuasi dios y enigmático Mangüi, quien en su benevolencia nos compartía un poco de su sabiduría milenaria y nos confesaba su verdadera identidad: “Soy como la chica de rojo de Matrix, pero en bato”. Mi vida no será jamás la misma.

Las casas de interés social son todo menos lo que esperas. Y esta no fue la excepción. Cuando me la platicaron dijeron que era perfecta, porque no vivía nadie alrededor, con patio grande y otras cosas… pero resultó ser una de tantas casas del fraccionamiento Venecia. Pero bueno, a caballo regalado no se le ve el diente… o al menos eso dicen. La cerveza comenzó a entrar y tomar su posición dentro del refrigerador, solo era mientras llegaba el barril. Esa era la magnitud de la fiesta.

Nos dimos una vuelta por el residencial… en realidad, fuimos al oxxo a comprar cigarros y para que Arturo le entrara a su vicio, el Arizona y el jugo de naranja. A veces quisiera meterle un embudo y obligarlo a embriagarse, pero he de aceptar que respeto su abstemia decisión, e incluso lo admiro. El quedará en mi historia… por otras cosas. El resto del camino hice notar el poco respeto que les tengo a mis padres con algunas historias que tengo guardadas para otra ocasión.

El maldito oxxo estaba bien lejos, cuando llegamos ya estaba el barril y Donovan con su proposición romántica de la noche. Extendió su mano, y con esa voz tan varonil que lo distingue me dijo “necesito una pucha… para que me planche el pelo”. Subimos al único cuarto con refrigeración y casi me da un calambre por el cambio de temperatura… pero yo no dije nada. Ahí fue donde Donovan descubrió que soy una persona muy multifacética ya que no solamente estudio psicología, sino que aparte escribo y me la juego de estilista, según él, solo me faltaba volar “literalmente”… se le olvido mencionar que cocino rico, canto hermoso y que mi sentido del humor es fantástico, pero no quería ofuscar al muchacho. Subieron un hombre y una mujer… bajaron dos chicas. Donovan se transformo en mi nena chula chiquistriquis… la mujer más guapa que conozco.

Comenzamos a beber y comenzó la fiesta… con rolas de Tool. Las rolas iban cambiando y la gente llegando. Yo tenía, sinceramente, mi mente en otro lugar. Pensaba en otras cosas mientras Félix, mi querido esclavo, rellenaba por tercera o cuarta vez mi lata de Arizona. La fiesta estaba animada… siempre disfruto una buena anécdota de Eric, siempre tratan de borrachos; cómo vivir sin los comentarios ácidos de Donovan o el siempre alucinante “estaría chido si…” de Arturo.

Algunas cervezas después, y sin que yo me diera cuenta… ¡¡estaban las cumbias!! Dios, no lo podía creer… ver a Félix y Eric joteando de mas… y bailando. La luz no era buena para un video, pero tengo las fotos, con eso me basta.

Y muchas más cervezas después dije las cosas que no quería decir, a quien no se las quería decir, solo para que me dijera algo que ya sabia y que no quera oír. Lo que hace el alcohol. Y el Félix de ahí se agarro, diciendo las cosas que siempre me dice “que soy a que cuida mas, que me quiere mucho y que por nadie más hace tal o cual cosa” como esperando algo a cambio. Esta jodido. Él sabe, y se lo repito, que lo quiero mucho, y que a pesar de todo lo respeto y todas esas cosas que se deben de decir una o dos veces en la vida. Pero era el cumpleañero…

Cuando ya estaba más allá de borracha… comencé a cantar. Un clásico mío. Lo bueno es que eran canciones que varios conocían y cantaban, así que no me sentí tan mal… hasta esa última Miller ®. Y vaya que andaba mal, para que yo diga que ya no me den cerveza… esta cabrón… la verdad que si pagaría por que alguien me hubiera grabado cantando, insisto en que no se me entendía ni madres. Y como toda una escritora fracasada, me llegaron líneas a la mente… muy ad-hoc al momento, tanto interna como externamente. Estas eran: “Sentía tanto asco de ser, que tuve que expulsarlo de mi en un solo impulso en el excusado, como si eso me librara de todo aquello que odio y amo de mi, como si pudiera empezar de nuevo, como si pudiera desangrarme y nacer una vez más. Todo me daba asco, nada valía la pena, ni mis amigos, ni el futuro. El pedo era súper emo.” Supongo que estaba pensando en esta mismo post, y preparaba una línea para el momento en que tuviera que decir que vomité… afortunadamente no la necesite, pero que quede para el archivo.

Cinco minutos después de que pensé en que me llevaran a la casa, Arturo dijo “ya vámonos” y donde manda capitán… Después de eso… todo es historia.