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domingo, septiembre 02, 2007

Félix cumple-años

Fue la semana más horrible de mi vida… hasta ahora. Fue dura, extenuante, pesada, aburrida... y aparte neurótica, deprimente y confusa. Al final del túnel se miraba una luz, una esperanza; esa fiesta que tanto tiempo esperábamos y planeamos con lujo de detalles. Por eso mismo, cada minuto pesaba más, no podía esperar.

Era el cumpleaños de Félix, nuestro contemporáneo, amigo y confidente. Siempre con la voz de la experiencia… y del alcohol. Gracias a Donovan tenemos un lema “¡Saca las cahuas, verga!” Y ese viernes por la noche… se sacarían.

Mientras que en mi clase de teorías de aprendizaje se hablaba de las aportaciones de varios grandes entre los grandes como Platón, Aristóteles, Descartes, etc… mi mente estaba pensando en la deliciosa y refrescante esencia divina, mi mandrágora.

Salí de mi clase y en joda (o sea, muy, muy rápido) bajé las escaleras y me reuní con el resto del “pisting team” (en un inglés muy degradado y tendencioso). Se hicieron las invitaciones y croquis de último minuto. Llamadas y acuerdos cerrados, todo debería ser lo más perfecto que se pudiera.

Nos largamos de la escuela, el ambiente de la noche es el mejor de todos, pero había cosas que hacer. Yo siempre fiel a mi conductor designado; y no resignado como dicen muchos, Arturo… el cumpleañero y el cuasi dios y enigmático Mangüi, quien en su benevolencia nos compartía un poco de su sabiduría milenaria y nos confesaba su verdadera identidad: “Soy como la chica de rojo de Matrix, pero en bato”. Mi vida no será jamás la misma.

Las casas de interés social son todo menos lo que esperas. Y esta no fue la excepción. Cuando me la platicaron dijeron que era perfecta, porque no vivía nadie alrededor, con patio grande y otras cosas… pero resultó ser una de tantas casas del fraccionamiento Venecia. Pero bueno, a caballo regalado no se le ve el diente… o al menos eso dicen. La cerveza comenzó a entrar y tomar su posición dentro del refrigerador, solo era mientras llegaba el barril. Esa era la magnitud de la fiesta.

Nos dimos una vuelta por el residencial… en realidad, fuimos al oxxo a comprar cigarros y para que Arturo le entrara a su vicio, el Arizona y el jugo de naranja. A veces quisiera meterle un embudo y obligarlo a embriagarse, pero he de aceptar que respeto su abstemia decisión, e incluso lo admiro. El quedará en mi historia… por otras cosas. El resto del camino hice notar el poco respeto que les tengo a mis padres con algunas historias que tengo guardadas para otra ocasión.

El maldito oxxo estaba bien lejos, cuando llegamos ya estaba el barril y Donovan con su proposición romántica de la noche. Extendió su mano, y con esa voz tan varonil que lo distingue me dijo “necesito una pucha… para que me planche el pelo”. Subimos al único cuarto con refrigeración y casi me da un calambre por el cambio de temperatura… pero yo no dije nada. Ahí fue donde Donovan descubrió que soy una persona muy multifacética ya que no solamente estudio psicología, sino que aparte escribo y me la juego de estilista, según él, solo me faltaba volar “literalmente”… se le olvido mencionar que cocino rico, canto hermoso y que mi sentido del humor es fantástico, pero no quería ofuscar al muchacho. Subieron un hombre y una mujer… bajaron dos chicas. Donovan se transformo en mi nena chula chiquistriquis… la mujer más guapa que conozco.

Comenzamos a beber y comenzó la fiesta… con rolas de Tool. Las rolas iban cambiando y la gente llegando. Yo tenía, sinceramente, mi mente en otro lugar. Pensaba en otras cosas mientras Félix, mi querido esclavo, rellenaba por tercera o cuarta vez mi lata de Arizona. La fiesta estaba animada… siempre disfruto una buena anécdota de Eric, siempre tratan de borrachos; cómo vivir sin los comentarios ácidos de Donovan o el siempre alucinante “estaría chido si…” de Arturo.

Algunas cervezas después, y sin que yo me diera cuenta… ¡¡estaban las cumbias!! Dios, no lo podía creer… ver a Félix y Eric joteando de mas… y bailando. La luz no era buena para un video, pero tengo las fotos, con eso me basta.

Y muchas más cervezas después dije las cosas que no quería decir, a quien no se las quería decir, solo para que me dijera algo que ya sabia y que no quera oír. Lo que hace el alcohol. Y el Félix de ahí se agarro, diciendo las cosas que siempre me dice “que soy a que cuida mas, que me quiere mucho y que por nadie más hace tal o cual cosa” como esperando algo a cambio. Esta jodido. Él sabe, y se lo repito, que lo quiero mucho, y que a pesar de todo lo respeto y todas esas cosas que se deben de decir una o dos veces en la vida. Pero era el cumpleañero…

Cuando ya estaba más allá de borracha… comencé a cantar. Un clásico mío. Lo bueno es que eran canciones que varios conocían y cantaban, así que no me sentí tan mal… hasta esa última Miller ®. Y vaya que andaba mal, para que yo diga que ya no me den cerveza… esta cabrón… la verdad que si pagaría por que alguien me hubiera grabado cantando, insisto en que no se me entendía ni madres. Y como toda una escritora fracasada, me llegaron líneas a la mente… muy ad-hoc al momento, tanto interna como externamente. Estas eran: “Sentía tanto asco de ser, que tuve que expulsarlo de mi en un solo impulso en el excusado, como si eso me librara de todo aquello que odio y amo de mi, como si pudiera empezar de nuevo, como si pudiera desangrarme y nacer una vez más. Todo me daba asco, nada valía la pena, ni mis amigos, ni el futuro. El pedo era súper emo.” Supongo que estaba pensando en esta mismo post, y preparaba una línea para el momento en que tuviera que decir que vomité… afortunadamente no la necesite, pero que quede para el archivo.

Cinco minutos después de que pensé en que me llevaran a la casa, Arturo dijo “ya vámonos” y donde manda capitán… Después de eso… todo es historia.