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lunes, agosto 13, 2007

El obreromovil.


Destino: San Felipe, la playa más limpia y turística de Baja California.


Los hombres sí que saben viajar ligero, de cuatro hombres que iban en el “Obreromovil” ninguno llevaba nada que se pareciera equipaje. Como siempre, tan apegada a mi estilo de vida y mis cosas, que siento que debo llevarlas a todos lados. Según yo y mi idea de viajar “ligero”, llevaba a penas lo indispensable para pasar la noche en la playa: toalla, un cambio completo de ropa, bloqueador solar, crema corporal, pasta dental, cepillo de dientes, un poco de gel fijador para el cabello, desodorante… y aun así quedé como la exagerada, como si saliéramos por una semana. Y aparte mi bolsa para llevar las cosas que debo de tener cerca de mí: brillo labial, lentes oscuros, celular, cartera, encendedor y cigarros… lo básico. Pero el tiempo me daría la razón.


Salir con puros hombres es un problema… ellos tienen ciertas “comodidades” biológicas con las que no contamos las mujeres. En otras palabras, ellos mean donde se les antoja. Sin una mujer que apoyara mi moción de estar en un lugar que contara con un baño cerca, limpio y gratuito me vi en la penosa necesidad de rogar por uno. Ahora les anuncio que estoy casada y no solo eso, también embarazada; solo así pude entrar al baño del bar “Miramar” sin que alguien me molestara. Desgraciadamente para Félix (el de la idea de embarazarme) nuestro matrimonio solo duró tres horas.


Como podríamos decir que estuvimos en la playa si no regresábamos con un carro lleno de arena. Intentamos una vez más que el obreromovil disfrutara de las delicias de la playa y el mar. Y una vez más nos dimos cuenta que no era posible. Si, le pinche carro se hundió en la arena y tuvieron que llegar extraños a ayudarnos a empujar. Salió la pobre camioneta que a mí me parece una Cherokee (no sé nada de carros, y jamás he tenido la delicadeza de fijarme) y regresamos a la comodidad del cemento.


Entre la 1 y 3 de la mañana (según mi dañada noción del tiempo) ya estaba con el agua hasta el cuello… porque me estaba ahogando en el mar. Hay comenzó en realidad el “fin de semana en la playa”. Me di cuenta de porque nadie quiere ir a San Felipe en estos días, cuando no me madreaba los dedos de los pies con las piedras, me enredaba en las redes abandonadas, pisaba tubos, restos de sillas plásticas, botellas de aceite para carro, latas de cerveza… o una llanta. El agua estaba turbia y sucia, y en ciertas áreas la arena se sentía fangosa, viscosa… solo de acordarme me dan nauseas de nuevo. Y definitivamente me di cuenta de que mi infancia no fue suficiente, pues en cuando Donovan se durmió lo llené de arena. Jugué con los caracolitos…
Es lindo amanecerse en el mar… dentro del mar… jamás en mi perreada vida había visto un amanecer. Y este fue perfecto. Después de eso fue pura risa. El “vecino” fue salvajemente tacleado por Félix y se levanto muy desorientado, eso fue suficiente para que Donovan se cagara de risa (y yo también, para que me hago pendeja).


Don Obreros estaba perdido y semidesnudo con Ms. Pankosa, así que no puedo hablar mucho de él. Cuando por fin regresaron empezamos a movilizarnos para largarnos de una buena vez. Podré ser una borracha, fumadora, marihuana, vulgar, una perra bien hecha… pero soy muy delicada. Así que fui con Ms. Pankosa y su amiga a buscar regaderas públicas. Regresaron tres perras bien bañadas, listas para agarrar camino.


Yo y mi amabilidad pendeja. Cedí el asiento delantero a Félix, porque está lastimado de su rodilla y en su anterior asiento lo lastimaban. Y por andar de buena gente, y obedecer al llamado de “Diana, vente acá atrás” me toco irme a un lado de la llanta de refacción.


No hay manera amable de decirlo. Abrí las piernas más de lo que acostumbro. Nos acoplamos de inmediato, al principio fue incomodo pero cuando olvidas dónde estás y la gente de alrededor, ya no importaba tanto… por un momento sentí un poco de dolor, pero con los movimientos correctos, este desaparecía y dejaba una agradable sensación de cosquilleo… así por dos horas. Digo, el iba bien cómodo, dormido. A mí era a la que se me dormían las piernas y no lograba acomodarme por completo, porque tenía clavada la maldita cruceta y las otras herramientas. Creo que no encontramos otra manera de acomodar a dos personas en un espacio tan reducido más que uno arriba del otro… mi coxis no fue feliz en todo el camino.
Por fin llegamos… “¿desayunamos?”, después de un rato nos mandamos mutuamente a la chingada.


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