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sábado, septiembre 08, 2007

"Te quiero"

La frase “te quiero” está muy devaluada en estos días… hoy cualquier hijo de vecino te puede decir “te quiero” sin que eso signifique lo que debería en realidad.

Aunque suene como un veterano de Vietnam, que no hace más que contar las mismas historias una y otra vez, cada vez más deformadas e irreales por su mente senil; diré que en mis tiempos… en mis tiempos… las cosas eran diferentes. Al menos para mí lo era. Cuando era apenas una jovencita de 15 años, o menos, me era imposible decirle a alguien que lo quería. Y más aun, tener demostraciones de afecto. Mi manera de querer a las personas era con frases de apoyo… y siempre estando ahí. Ser eterna, como diría un compañero. A mi jamás me vieron abrazando a mis amigas, mucho menos tomada de la mano con ellas como se usaba mucho en ese tiempo… no sé si lo hagan todavía. Jamás saludé de beso a nadie, a nadie.

Entré a Cetis #18 y conocí a toda esa gente que ahora es “la familia”, pero me enfocaré en uno: Roberto. Apenas nos conocíamos, pero ya se la pasaba abrazado a mí y yo de él. Tenía novia, que también es amiga mía, y cuando no estaba con ella, estaba conmigo. Nunca tuvo pretensiones románticas a pesar de lo que la gente pensaba, y que bueno, no hubiera resultado bien. El punto es que el (principalmente) y el resto de mi “familia” me fueron preparando para el tsunami de ternura que se acercaba. Solo como dato… ellos nunca me dijeron que me querían, pero ¡diablos! Si que se sentía. Y se siente.

Pasó la tragedia del cambio de escuela. Yo extrañaba a mis amigos y me sentía desubicada… más bien incapaz de adaptarme a esta nueva escuela, reglas y sobre todo… estudiantes, estudiantes ricos, presumidos y mimados monetariamente, pero tan faltos de cariño y atención que se volvían pesados al trato y arrogantes en su manera de vivir. Pero de entre los escombros del fracaso paternal de muchos encontré a estas señoritas… que en un principio fueron varias, pero el paso de los años quedaron tres solamente: Fernanda, Claudia y Diana. Cambiaron mi frio “buenos días” que daba en las mañanas. Ellas no solo me exigieron, sino que me acostumbraron a saludar de beso, todos los días. Y aquí es donde todo cambia. Porque después de un año de conocernos, o quizás menos, comenzaron a decir que me querían sin ningún motivo en particular. La primera vez que me lo dijeron, si me quede un poco pasmada, sin saber que decir… nadie me lo había dicho antes, si acaso mi madre y en contadas ocasiones (auch, que triste) no supe que responder, no creo haberlo hecho en realidad. Desde ese día no falto día en que no me dijera cualquiera de ellas “Aaay weeeeeeeeey, te quiero”. Y no es que dude, solo me sorprende la facilidad con que sale de sus bocas, sin censura, sin tropiezo… perfectamente natural.

Y es ahora que me pregunto ¿es que acaso soy muy dura? ¿Es que no me permito querer a las personas? Lo dudo. Dentro de mí existe ternura para regalar. Y lo que antes era una “mascara” de agresividad es ahora una manera muy particular de querer.

Fui de menos a más… y según yo debería ser al revés, a los niños les debería ser más fácil querer a sus amiguitos y conforme fueran creciendo tendrían más criterio y sabrían que decirle a alguien “te quiero” implica muchísimas cosas. Pero siempre voy contracorriente, de pequeña era más critica con mis amigos y las cosas que decía, pero conforme crecí me auto convencí de que no debería ser tan estricta y darle oportunidad a la gente de acercarse… que me ha traído problemas, si… bastantes.

¿Qué cosas, no?

Post Scriptum: Esta idea la había tenido hace mucho con mi amigo Iván, pero hasta ahora que lo expreso. Gracias Iván… Te quiero.