generated by sloganizer.net

viernes, octubre 19, 2007

Mc Donaldism.

Para todos los amantes de Mc Donalds y sus derivados... XD incluyendome (bueno, en lo particular prefiero BK, pero son la misma mierda)

martes, octubre 02, 2007

Enrique.

Me había dicho que necesitábamos hablar. Jamás pensé que eso pasaría. Llegue temprano a donde me cito, un cafecito donde solíamos platicar tardes enteras. Iba arreglada, a mis 16 años no acostumbraba a maquillarme o peinarme. Llegué temprano y ya estaba ahí, la verdad se notaban mucho mis esperanzas, mis ilusiones. El estaba nervioso.

Yo conocía bien su historia, se aseguró de que así fuera. Sabía que había sido casado en algún punto de su vida, con una persona mucho menor que él; así como yo. De hecho, era la misma diferencia… 9 años. Su felicidad matrimonial fue corta. Ella lo había engañado con su mejor amigo y el nunca la pudo perdonar. Todo su sufrimiento derivaba de ese día. Pero como él decía, “ahora estás conmigo y todo es mejor”, y eso me hacía muy feliz.

Me senté y tomé un sorbo de su café, estaba helado y amargo. Dejé la taza en su lugar.

-¿de qué querías hablarme?- dije, usando un tono de voz particularmente dulce y travieso, raro en mi. Se me quedó viendo un momento, como si fuera un cachorrito a punto de morir.

-Creo que no debemos vernos más- dijo de manera cortante, matando toda ilusión.

-¿Qué? ¿De qué estás hablando? ¿Por qué?- estaba tan confundida que las palabras salían atropelladamente de mi boca.

-simplemente creo que es lo mejor, para ti-

-Eso lo decido yo, no crees. No mientas-

-Lo que pasa… -suspiró-… lo que pasa es que eres una niña todavía, te hace falta madurar, encontrarte a ti misma. Sé que tienes problemas en estos momentos, en tu casa, con tus amigos, contigo; yo solo arruinaría tu vida.- Esas palabras hacían eco en mi cabeza, hacía mucho tiempo que yo no me consideraba una niña. – Así que esta será la última vez que nos veamos, o que hablemos, por tu bien.

-No Enrique, no soy una niña, quiero seguir viéndote, aunque ya no tengamos nada…

-¡es que no tenemos nada, entiéndelo! – Cuando dijo eso me quedé helada, sin hablar, y comencé a llorar. –No, por favor, no hagas un drama de esto, ¿ves como si eres una niña?

Me dio una servilleta y me limpio las mejillas, que estaban negras por mi maquillaje reblandecido por el llanto. Me había creído sus palabras, ahora era una simple niña maquillada, llorando porque no podía obtener lo que quería. Qué tonta.

Se despidió y se fue, dejo cincuenta pesos en la mesa, para que pagara su café y el mío. Después de un rato me fui a mi casa. Estaba destrozada. Lloré otro poco en mi cuarto, mas mientras me bañaba, y un poco mas antes de dormir. Al siguiente día tenía los ojos hinchados y no quería ver a nadie.

Pasaron uno o dos meses, me sentía recuperada, había cambiado bastante. Sentí la irresistible necesidad de llamarlo, necesitaba saber de él. Nunca me ha gustado hablar, así que le mande un mensaje de texto.

“Hola, solo quería que supieras que estoy bien y que te he extrañado. ¿Cómo estas?”

Pasaron algunos minutos cuando recibí respuesta:

“Soy la esposa de Enrique, ya me contó de ti y de lo que paso. Quiero que sepas que todo lo que te dijo es mentira, jamás nos hemos divorciado, solo tuvimos una pelea, pero ahora el está conmigo y todo es mejor, no sé como creíste que se pudo fijar en una mocosa como tú, que patética”

No sabía que pensar. Pasó cerca de una hora antes de que contestara eso.

“Quiero que él me lo diga”.

Inmediatamente recibí una llamada, era él.

-Es cierto lo que dice, Diana.-

-ok, adiós.-

Desde entonces, no sé nada de él.