De regreso a la casa de su padre.

Entrar a esa habitación era como entrar al mundo de un adicto. La puerta rechinó cuando la empujé; el aire fresco de afuera se podría al entrar. Las paredes que antes habían sido blancas, ahora estaban desquebrajadas y sucias. Platos tirados en el piso, en la cama y debajo de esta, dentro de cajones, aun con restos de comida, ahora podrida. Todo se miraba podrido, en realidad, hasta mi sombra. Me abrí paso entre la basura y la ropa, que dudo que alguna vez haya vestido a alguien; me senté en la cama, el colchón estaba lleno de hoyos y podía ver los resortes saliendo por ellos. Lo que me hizo levantarme fueron la variedad de manchas que no pude identificar. Todo aquel lugar apestaba a orines, cosas putrefactas, ropa amontonada y a locura. Uno no podría comenzar jamás a ordenar aquello sin perder la razón. Y no era esa mi intención. Todo tenía un halo de polvo y tristeza, nada en esa habitación había sido tocado en mucho tiempo, incluso desde antes de que el antiguo dueño dejara la habitación, dueño del que no sabía nada. Moviendo una caja descubrí el cadáver de un gato, no me quise enterar de la causa de la muerte. Comenzó a bajar el sol y con la oscuridad la habitación se miraba aun más desagradable. Y sin embargo me quedé hasta que oscureció totalmente. La noche ocultaba los detalles más grotescos, pero dejaba al descubierto la esencia horrible del lugar, salieron todos los demonios a conocerme. Me acosté en el mugroso piso y me puse a llorar.