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domingo, enero 21, 2007

Lorayel, cuento corto...


Iban en procesión, todos los ángeles del cielo, y por la derecha los santos. Todos se dirigían al mismo lugar: el salón de las plegarias. A ese lugar llegaban todos lo rezos de los seres humanos, donde eran escuchados por el respectivo ángel o santo al que fueran dirigidos, para después ser clasificados por la intensidad de la fe y el historial de la persona. Finalmente eran llevados a Dios, donde algunos eran concedidos. Pues bien allá iba todos aquellos seres de luz, uno detrás del otro. Y hasta el final un ángel, ligeramente mas bajo que los demás, Lorayel. A pesar de su brillo angélico se miraba desanimado, y con razón ya que nadie le oraba a el. Pensaba que sin duda en la tierra no le hacían la promoción debida, pero alguien de oraba de vez en cuando, generalmente la gente mas vieja o los teólogos, o esa gente que se la vivía en la iglesia. Pero era muy raro que pasara eso, los más solicitados eran los arcángeles y los santos. A veces le daban ganas de no presentarse a al salón, pero ese era su deber como ángel, que cumplía por su amor a Dios. Llego a su lugar y como siempre, el silencio mas inmisericorde. Pero de repente comenzó a escuchar un susurro, que fue haciéndose más fuerte, hasta parecer un grito desgarrador, eran las suplicas de una jovencita llamada Lizeth, que solo pedía por la salud de su madre, que estaba convaleciente, y que no tenia a nadie mas. No podía dejarla sola mientras trabaja, pero el tiempo que le habían dado ya casi terminaba y su madre no mostraba mejoría, y necesitaba trabajar. Estaba desesperada y no sabia que hacer. Firmaba su plegaria como la mayoría de los humanos: “Amén”. A Lorayel le conmovió tanto que inmediatamente transmitió el mensaje a su señor. Este fue aceptado, pero solo consiguió que a Lizeth le dieran mas tiempo en su trabajo, “cualquier ayuda es buena”, pensó Lorayel. Transcurrieron los días en la tierra, y la madre de Lizeth seguía igual. En el cielo, Lorayel seguía esperando que alguien lo invocara. Una vez mas escucho aquella voz, la de Lizeth, esta vez un como menos desesperada, y oraba para agradecer que le dieran mas tiempo en su trabajo, porque de alguna manera sabia que había sido “ayuda divina”. Continúo pidiendo por su madre. Lorayel se sintió contento, pasó el mensaje a su señor y volvió a su lugar. Lizeth no volvió a orar en toda la tarde. Así que Lorayel se tomo la libertad de entrar en sus sueños. La hizo ver paisajes hermosos y sentir el calor que se puede recibir de un ángel, cuando estuvo a punto de despertar Lorayel le dijo “Todo estará bien” y para su sorpresa ella le respondió “Lo sé, confío en ti”. Lorayel solo sonrió y repitió para si las palabras de Lizeth… “Confío en ti… confío en ti… ¡Confía en mi!” Una vez más, en el salón de las plegarias, Lorayel esperaba que un llamado, pero más que nada el de Lizeth. Y ahí estaba, una vez más pidiendo por su madre. Lorayel fue con su señor y le dijo “¿Por qué no sanas a su madre? Lizeth es una buena persona”. El divino le concedió lo que pedía, porque sabía que, como toda la gente, dejaría de orar una vez que tuviera lo que quería. La madre de Lizeth poco a poco fue recobrando la salud, y las plegarias de Lizeth fueron poco a poco disminuyendo y Lorayel fue quedando solo de nuevo, como en un principio. Seguía sin recibir una sola plegaria, por un largo tiempo. Se preguntaba que había sido de Lizeth, simple curiosidad. Se escabulló de momento, en la tierra ya era de noche y Lizeth dormía. Vivía en un lugar pequeño, ordenado; en un barrio inhóspito. Lorayel vio a su madre, se veía mejor. Después fue a la habitación de Lizeth y la observo dormir. Le toco la frente, “es tan tibia” pensó. Se quedo ahí mucho tiempo, observándola, le asombraba hasta la manera de respirar. Decidió regresar antes de que algo pasara. Pero bien dicen que Dios todo lo ve, y claro, también vio aquello. Sabia que el la amaba y tuvo celos. Así que la madre de Lizeth tuvo una recaída. Y comenzaron de nuevo las oraciones, Lorayel estaba feliz de volver a saber de Lizeth, e inmediatamente llevo sus ruegos al señor, pero el se negó a aceptarlos, “ella no me ama” dijo “solo me busca cuando me necesita… ¡ya no quiero oír hablar de ella!”. Así pasaron los días y cada vez más se deterioraba la salud de aquella mujer, y más desesperadamente oraba Lizeth y el pobre angelillo no podía hacer nada, su señor no quería saber nada más de ella. Y se dio cuenta de algo importante, que por primera vez en toda su existencia como ser de luz, sentía por otros ser lo que sentía por su señor. Amaba a Lizeth. Mientras en la tierra, la madre de Lizeth moría. El día del entierro Lorayel estuvo con ella, a su lado. “Yo la amo y tu lo sabes, déjame ir con ella, esta terriblemente sola” dijo el ángel a su señor, a lo que el le respondió “Tu lugar es aquí conmigo, nada tienes que hacer en la tierra” “pero señor” dijo bajando el tono de su voz “creo que yo no te sirvo de mucho aquí, nadie me necesita, y ella si y la amo”. Dios guardó silencio un momento, al fin contesto “largate, y conoce el mundo, veras que no es lo que esperas”. En ese momento Lorayel sintió un fuerte dolor en el pecho, mientras caía. Despertó, se encontraba en el callejón donde vivía Lizeth. Lo reconoció enseguida, corrió a la casa de Lizeth, no estaba allí, decidió esperarla. Notó que su pecho se movía arriba y abajo, respiraba, como su amada, “Soy igual que ella” susurro. Horas mas tarde, Lizeth regreso y miro a un hombre dormido al frente de su casa, en otras circunstancias lo habría ayudado, con ropa, comida o algo, pero ahora no le importaba mas “¡Que se muera!” pensaba, la muerte de su madre le había afectado profundamente, ahora era una persona muy amarga, ya no le importaba nada, ni siquiera Dios. Lorayel despertó con el portazo, y toco la puerta. Se abrió inmediatamente. “Eres tú” exclamo el ángel y quiso tocar su rostro pero ella soltó un grito, lo empujo hacia fuera y cerro la puerta. El pobre ángel sintió por primera vez que era el dolor físico. “por favor, Lizeth no me recuerdas” dijo Lorayel, “nunca te había visto en mi vida”. El ángel guardo silencio, y recordó aquella vez en que se había metido en sus sueños, “ya no recuerdas aquellos paisajes tan hermosos que viste, y que te dije que todo estaría bien… ¿es que ya no confías en mi?”. El callejón quedo en silencio, pasaron unos cuantos minutos, y se abrió lentamente la puerta “¿En verdad eres tu?” pregunto por fin Lizeth, “Si, vine a estar contigo” le dijo Lorayel y se acerco a ella, pero ella ya no era la misma de antes, y cuando estuvo suficientemente cerca le dio una bofetada “no quiero saber nada de ti, ni de tu maldito dios, dejaron morir a mi madre, después de todas las cosas que hice, si eso no es necesario para agradarle, no quiero saber que lo será. Aléjate de mi.” y volvió a cerrar la puerta de un portazo. Lorayel se alejo lentamente, salio del callejón y se perdió entre la gente, ya no era nadie. Meses después, una organización social pro-ayuda a los indigentes, llevo a su centro a un hombre llamado Loray. Murió días después.